Desde mi corazón te imploro ¡Oh Musa!
Que llegues a mi mente con tus cantos
Cuéntame de aquel triste que rehúsa
A toda alegría con fieros llantos
Aquél cuyos sentidos ya no aguza
Por ser el dolor, de sus penas, tanto
Que ni aún implorando clemencia pueda
De la vida, girar toda la rueda
En los reinos oscuros sumergido
Para encontrar a la tan bien amada
Eurídice (nombre dulce al oído
néctar del alma), por siempre alabada,
Orfeo en el abismo se ha perdido
Con su lira, por él, nunca olvidada
Cantando por los bosques del infierno
De todos otros, el canto más tierno
Tanto es su gran amor apasionado
Ni con los dioses tiene reverencia
A Perséfone ablanda lo entonado
Por Hades fue juzgado de demencia
Así muy bien su lira lo ha ayudado
A triunfar sobre tan cruel pendencia
Intenta entonces, ¡Oh que gran Iluso!
Esquivar lo que el hado ya dispuso
A paso lento en tan alta subida
Cruel regla debía obedecer
No volver la vista a su prometida
A riesgo de, por siempre, a ella perder
Asfixiado con el alma oprimida
La oscura cueva lo hacía temer
No poder la salida ver jamás
No besar a su amada nunca más
Cuando Apolo su rostro les mostraba
Y luz a Orfeo daban sus cabellos
La agonía ingenuamente olvidaba.
Volvió su rostro a los otros aquellos
Con su mirada ella de él se alejaba
Para nunca más estar juntos ellos
Su blanco pie fue causa de condena
No rompió, del infierno, la cadena
¡Llora joven doliente consternado
El latir de tu pecho detenido!
Eurídice con Hades ha quedado
Tú sólo con tu música has vivido
El horizonte que ves se ha apagado
Miles de lágrimas se te han caído
¡La muerte es un destino inevitable
aún para las vidas más loables!